Me levanto, miro el reloj, y sí, por fin era el día doce de marzo, el día de la carrera de “Tres Valles” el primer gran hito de este año. Me planto en el arco de salida con mucha ilusión y ganas pero con la gran incertidumbre de los kilómetros, muchos para mí acostumbrado a pegarme el calentón e irme para casa, pero esta vez con la experiencia de hace dos años en la que el Portillo (última subida de la carrera), se me hizo un portón incapaz de franquear. Con todo esto sobre la mesa, la estrategia era clara, salir de menos a más, y si no es mucho pedir acabar la subida del Portillo con fuerzas, que es lo mío.
Al grito de arriba de Depa salimos de la Alberca, al principio tenemos unos cuatro kilómetros de pista en la que vamos entrando en calor y, posteriormente, el primer alto del día, La Peña de Francia. En esta subida voy poco a poco remontando puestos hasta llegar arriba con Susi y, sin darnos, cuenta ya estamos encarando la bajada hacia el Valle del Monsagro. Una bajada llena de zetas que se van haciendo hueco entre los matorrales. En esta bajada pierdo tres posiciones pero sabía que mi punto fuerte eran las subidas y yo sigo mi táctica, esperando agazapado hasta la subida. En el kilómetro dieciséis empezaba la subida más dura de la carrera, la subida a la Mesa del Francés, de nuevo pongo mi ritmito de subida y vuelvo a coger a los tres corredores que me habían pasado bajando, en la primera parte de la subida, que se realizaba por cortafuegos( Susi, Mezquita y Jordi). La última parte de la subida era una pedrera bastante inclinada denominada “Zona Magnetotérmica” y en la que consigo dar caza en la parte final de esta al grupo de David, Joel… Los ánimos de la gente al coronar la Mesa ( a pesar de que el día era malísimo, cosa de agradecer) nos lanzaron rápidamente hacia el Valle de las Batuecas, parte de la carrera más técnica y muy divertida a mi gusto, que aunque sé que las bajadas técnicas no son lo mío me la tomo con filosofía, y, poco a poco me voy introduciendo en el verano de las Batuecas. Bajé bebiendo y comiendo todo lo que la bajada me lo permitía, pues sabía que para subir la última subida necesitaba más que ganas. Casi sin darme cuenta estoy frente al Portillo, con una mezcla de ganas y nervios. Es una subida más tendida que la anterior con unas zetas interminables. La cojo con ganas y zancada a zancada cojo a Mezquita y a Susi que me había vuelto a adelantar en las Batuecas y posteriormente a Rober y Ander, entonces fue cuando me di cuenta que tenía que estar haciendo un buen tiempo, quizás mejor de las tres horas y cuarenta minutos que me había planteado realizar. Llegué arriba destrozado pero muy contento, y entre los ánimos de la gente, bastantes de ellos conocidos, bajé hacia la Alberca, y fue al correr entre sus callejuelas cuando me di cuenta de que la carrera había llegado a su fin.
En cuanto al resultado, un sexto puesto y un tiempo de tres horas y veintisiete minutos, que sigo sin creérmelo. Pero lo que de verdad se queda después de la carrera, son esos momentos de entrenos con los amigos corriendo por la Alberca, diciendo tonterías y comiendo pan de pueblo.
Guillermo Ramos Muñoz.